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CONVERSACIONES EXCELENTES

Llevo más de 2 horas leyendo artículos, tuits, capítulos de libros y pensando sobre qué quiero escribir hoy o mejor dicho sobre qué puedo escribir que al menos ayude a alguna persona con mis reflexiones y experiencias, y la verdad es que no se me ocurre nada. Sin embargo, en este rato, me ha llamado un amigo al que echo de menos y al que quiero mucho y del que hacía tiempo que por circunstancias de la vida, no sabía nada.

Creo que simplemente necesitaba hablar con alguien, compartir su vida y que alguien le escuchara y ese ha sido el gran regalo, “escuchar”. Pero lo mejor de todo es que también me ha preguntado y me ha escuchado. Ha sido una verdadera CONVERSACIÓN. Y sí, lo pongo en mayúsculas porque ahora me doy cuenta de que no todas las veces que hablamos, mantenemos conversaciones.

Reflexionando sobre esto, me he dado cuenta de que a lo largo del día, no paramos de hablar y más en concreto, no paramos de hablar de nosotros. Si analizáramos nuestras conversaciones, el “yo” aparece infinitamente: “yo pienso, yo hago, yo soy esto o lo otro, yo opino, yo tengo, yo he conseguido lo de más allá, yo trabajo en este sector ….”.  Nos ofuscamos en vender la mejor versión de nosotros mismos, cuando realmente al receptor puede no interesarle lo más mínimo. E incluso muchas veces ni siquiera nos han preguntado y tampoco nos están escuchando. Y  madre mía, nos decimos: “¡Qué bien hablo!, ¡Qué bien me explico!, ¡qué razón tengo!,  Y yo me pregunto ¿de qué ha servido? ¿Qué hay de la escucha?, y ¿ha sido realmente una conversación?”.

Cada vez veo a más padres y reconozco que yo a veces también lo hago –aunque eso me lo estoy trabajando para cambiar-, que recogen a sus hijos del colegio y sin prácticamente dirigirles una mirada, están mirando a sus móviles, escribiendo whatsapp y sus hijos intentando contarles cómo les fue el día. Eso sí, luego se quejan de que sus trabajos no les dejan tiempo para estar con sus hijos o bien que sus hijos no les cuentan nada y  no digamos de los que tienen hijos adolescentes y se quejan de que no saben qué hacen sus hijos ni con quienes están. Muchos no tienen contacto con sus familiares más cercanos como hermanos o padres y no paran de contarle sus asuntos a gente que ni les importa.

No sé si recordáis una película americana en la que el tema principal era el de un/una inmigrante que se casaba por conveniencia con una o un norteamericano, y durante unas semanas trepidantes, tenían que hacerse fotos en lugares por los supuestamente habían viajado y tenían que conocerse tan a fondo para superar unos test de extranjería para poder conseguir la residencia o la nacionalidad americana. Pues bien, yo ahora me pregunto cuántos de nosotros sabríamos contestar sobre nuestras parejas o hijos a preguntas como:

  • ¿Cuál es su color favorito?
  • ¿Cuál es su lugar especial para escaparse?
  • ¿Cuál es su viaje ideal?
  • ¿El nombre de su mejor amiga o amigo?
  • ¿Cuándo se enamoró por primera vez?
  • ¿Con quién de la oficina sale a tomar café?
  • Su película favorita
  • ¿Qué siente en determinados momentos?
  • Sus emociones más habituales y las menos

Y así un sinfín de preguntas. ¿Sabrías contestarlas?.

Hace bien poco he aprendido que las personas tenemos diferentes biorritmos y que somos más comunicativas  a diferentes horas del día. A ver, me explico. Tengo tres hijos y yo me quejaba de que me contaban pocas cosas. Que al salir del cole la única respuesta a mi pregunta de ¿Qué tal te ha ido o qué has hecho?, las respuestas eran: “ bien y nada”. Y yo indignada les decía ¿cómo que no has hecho nada en todo el tiempo que has estado en el colegio?.

El caso es que comentando esto con una excepcional coach PCC por ICf  llamada Kim y profesora mía de coaching estratégico, me explicó que cada persona tiene su mejor hora o momento para hablar y que lo mejor es adaptarse a ello y buscar su momento para, de este modo, tener “conversaciones excelentes” y así lo hice y el resultado fue extraordinario.

Mi hijo mayor  y el pequeño siempre querían hablar y compartir sus cosas a la hora de irse a la cama, justo cuando yo ya estaba cansada y solo quería tumbarme a descansar. Por el contrario, el mediano, siempre me hablaba  y me contaba sus cosas por la mañana temprano, cuando casi ni el café me ha hecho efecto todavía. Pues bien, ahora que lo sé, elijo sus mejores momentos para que me cuenten sus cosas y entonces me empeño es escuchar con todos mis sentidos. Es en esos momentos en los que estoy con cada uno de ellos, por separado y en sus mejores momentos, cuando tenemos las mejores conversaciones. Y aquí incluyo la típica frase de “es mejor calidad que cantidad”.

Esto no solo es aplicable a los hijos, también a la pareja, a los compañeros de trabajo, al jefe, etc. Busca el mejor momento para tener esas conversaciones importantes  y sobre todo aprende a escuchar. No solo las palabras, también el cuerpo y las emociones.

Al igual que en algún post anterior, os invito a probarlo. Descubrirás cosas increíbles.

ondas de agua